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viernes, 18 de enero de 2008

Ascensión al Nanga Pargat


Un frío indiscriptibe, tan sobrenatural que los dos montañeros polacos, incluso en su estado de entumecimiento, lo reconocen como lo que es: el ángel de la muerte, que con sus gélidas alas ha envuelto sus cuerpos debilitados y les está chupando la poca vida que les queda, mordiéndoles los dedos ateridos de las manos y los pies, y royéndoles la nariz congelada y las mejillas consumidas. Es 12 de enero de 2007, pleno invierno en la cordillera del Karakorum, en Pakistán. Darek Zaluski y Jacek Jawien están acurrucados dentro de su tienda a 6.750 metros de altitud en la cresta sudoccidental del Nanga Parbat, la novena cima más alta de la Tierra. Todo está congelado (las botas, los calcetines, el protector solar, las botellas de agua), como residuos de una espectral glaciación. Sacan unas pilas de entre la ropa interior, las introducen en la radio y llaman al Campo Base. El viento aúlla y la nieve bombardea la tienda de nailon. Sólo se distinguen unas pocas palabras desesperadas. «Wiatr… wiatr!» El viento, el viento. Dicho como si las palabras estuvieran agonizando. Pero Zaluski y Jawien no están agonizando. Increíblemente, están intentando decidir si continúan subiendo o bajan. Llevan dos días sin dormir. El día anterior llegaron al Campo 3, en la cresta, y han pasado la noche acurrucados dentro de la tienda, agarrados a los palos para evitar que se partan a causa del viento.


Pocas cosas dan lugar a una satisfacción tan grande, como la de hacer cumbre y sentir que se está en el techo del mundo. El equipo de "Al filo de lo imposible", programa de RTVE dedicado a la aventura extrema, muestra en el siguiente video la gran satisfacción que produce la ascensión y a su vez, los peligros de la ascensión a una montaña tan bella como peligrosa: el K-2

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